Capítulo XIX
LA IGLESIA PRECEPTORA
Las visitas habían establecido la forma externa de la Iglesia, pero Lutero sabía bien que la Iglesia del espíritu no puede ser engendrada por el brazo del magistrado. La verdadera Iglesia cristiana es la obra de Palabra comunicada por todos los medios posibles. Pronto Lutero sintió la necesidad de una nueva traducción de las Escrituras de las lenguas originales al alemán idiomático. También era necesario un conjunto de material de instrucción para los jóvenes. La liturgia debía ser examinada para eliminar abusos papistas e iluminar a las gentes. Debía cultivarse el canto en la congregación para inspirar e instruir. La Biblia, el catecismo, la liturgia y el himnario constituían las necesidades primordiales y las cuatro fueron llenadas por Lutero mismo.
La traducción de la Biblia
Para la traducción de la Biblia, Lutero aprovechó el ocio forzado en el Wartburgo para realizar en tres meses una traducción del Nuevo Testamento completo. El Antiguo Testamento vino después. La Biblia alemana es la más noble hazaña de Lutero, desgraciadamente intraducible porque cada nación tiene su propia versión directa. Para los alemanes, la traducción de Lutero era incomparable. Saltó sobre una tradición de mil años. Antes que él k habían hecho traducciones de las Escrituras al alemán, llegando hasta, la primera versión en lengua gótica hecha por Ulfilas. Hasta había trozos de la Biblia traducidos, no de la Vulgata latina, sino del griego y el hebreo. Pero ninguna tenía la majestad de dicción, la amplitud de vocabulario, el sabor telúrico nativo y la profundidad religiosa de la de Lutero. «Traté -decía éste de hacer a Moisés tan alemán que nadie sospechara que era judío.»
La variedad de alemán elegida como base fue la lengua cortesana de la Sajonia electoral, enriquecida por una serie de dialectos con los que se había familiarizado Lutero en sus viajes. Llegó a realizar increíbles esfuerzos para encontrar las palabras. La traducción inicial no le satisfizo. Su Nuevo Testamento fue publicado por primera vez en septiembre de 1522, pero continuó revisándolo hasta el día de su muerte en 1546. La última página impresa en que posó la vista fue la prueba de su última revisión. Después de su vuelta del Wartburgo emprendió la traducción del Antiguo Testamento. La traducción completa de toda la Biblia no apareció hasta 1534. Ésta también estuvo sujeta a una continua reelaboración en colaboración con una comisión de colegas.
A veces Lutero lograba de primera intención la traducción más feliz. Otras, tenía que trabajar. En ese caso hacía primero una traducción literal siguiendo el orden de las palabras del original. Luego tomaba cada palabra separadamente y vertía un torrente de sinónimos. De entre ellos elegía los que no sólo eran más adecuados al sentido sino que también contribuían al equilibrio y el ritmo de la frase. Luego todo esto solía ser puesto de lado a favor de una traducción libre para asir el espíritu. Finalmente unía lo meticuloso y lo libre. A veces no daba con la traducción de algunos términos y se ponía a la búsqueda de palabras. A fin de nombrar las piedras preciosas en el capítulo 21 del Apocalipsis, examinó las joyas de la corte del elector de Sajonia. Para las monedas de la Biblia consultó las colecciones numismáticas de Wittemberg. Cuando llegó a la descripción de los sacrificios del Levítico y necesitó términos para las partes internas de cabras y bueyes, hizo repetidos viajes al matadero e interrogó al carnicero. Las aves y bestias del Antiguo Testamento resultaron un punto difícil. Le escribió a Spalatin:
Describidme, por favor, más exactamente y nombradme las especies de aves de rapiña: milano, buitre, azor, gavilán, etc. (no conozco bien su aspecto); de animales de cazar cabra, gamuza, cabra montes, corzo, etc.; en cuanto a reptiles tengo: el armiño, la comadreja, el ratón, el escuerzo, la rana, la salamandra, etcétera; de aves nocturnas: lechuza, cuervo, buho, mochuelo, autillo. Pero, ¿qué diablos es un tragelaphus, un pyrargus, un oryx, un cameleopardo ? [nombres de animales en la Vulgata].
Otro problema era la traducción de modismos. En este punto Lutero insistía en que los modismos de una lengua deben ser traducidos al modismo equivalente en la otra. Se burlaba de la traducción de la Vulgata «Ave María, llena eres de gracia». «¿Qué alemán comprenderá esto si se lo traduce literalmente? Sabe el significado de una bolsa llena de oro o de un barrilito lleno de cerveza, pero ¿qué va a pensar de una muchacha llena de gracia? Yo preferiría decir simplemente Liebe Maria. ¿Qué palabra es más rica que la palabra Liebe [amada]?»
No cabe duda de que es una palabra rica, pero sus connotaciones no son precisamente las mismas que las de «dotada de gracia» y Lutero no usó la palabra en su versión oficial. Ahí está el problema del traductor. ¿Debe usar siempre una palabra nativa que puede tener una connotación local particular? Si el alemán llama al centurión gendarme, y los alemanes convierten un procurador en un burgomaestre, Palestina se ha trasladado al Oeste. Y esto es lo que ha sucedido hasta cierto punto en la versión de Lutero. Judea fue trasplantada a Sajonia, y el camino de Jericó a Jerusalén corría por la selva de Turingia. Mediante matices y giros de expresión, Lutero realzaba lo gráfico en términos de lo local. Cuando leía: «Hay un río cuyas aguas alegrarán la ciudad de Dios», se imaginaba una ciudad medieval cercada de muros y torres, rodeada por un foso por donde corrían aguas saltarinas, bañando risueñamente los macizos pilares.
Lo que las palabras no podían hacer en este respecto, lo lograban los grabados. Las Biblias de Lutero estaban copiosamente ilustradas, especialmente la primera parte del Antiguo Testamento y el libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento. En Alemania ha llegado a ser algo aceptado que estas sean las únicas partes ilustradas de la Biblia. Los Evangelios y las Epístolas eran adornados solamente con las letras iniciales. Es difícil ver por qué ha sido así. Por cierto que no había objeciones a la ilustración de los Evangelios; lo atestiguan la «Vida de María», de Durero, o los grabados de la Pasión, o las natividades de Schongauer. Dentro de los límites convencionales, la Biblia de Lutero estaba ricamente ilustrada. Las diversas ediciones que aparecieron durante su vida contenían unos cinco mil grabados. No eran las expresiones más selectas del arte, pero germanizaban la Biblia. Moisés y David casi podían ser confundidos con Federico el Sabio y Juan Federico.
Debe observarse una interesante evolución en las ilustraciones de un artista a otro en las sucesivas ediciones de la Biblia de Lutero, especialmente de Cranach a Lemberger. Se siente algo de la transición del Renacimiento al barroco. Basta comparar sus versiones de la lucha de Jacob con el ángel. Cranach tiene un equilibrio de los espacios, con un fondo decorativo. Lemberger despliega fuerzas en tensión, y en él hasta los árboles participan en la lucha.
Desgraciadamente, las ilustraciones para el libro del Apocalipsis fueron hechas con demasiado color contemporáneo. Era demasiado fuerte la tentación de identificar al papa con el Anticristo. En la primera edición del Nuevo Testamento, en septiembre de 1422, la mujer escarlata sentada en las siete colinas lleva la tiara papal. También la lleva el gran dragón. La bestia que sale del abismo lleva un hábito de monje. La Babilonia caída es evidentemente Roma. El Belvedere, el Panteón y el Castillo de Sant’Angelo son inconfundibles. El duque Jorge se enfureció tanto con esas figuras, que envió una ardiente protesta a Federico el Sabio. En consecuencia, en la edición de diciembre de 1522 las tiaras de los grabados fueron reducidas a inofensivas coronas, pero se dejó sin cambiar otros detalles, y atraían tan poco la atención que Emser, el contrincante católico de Lutero, pidió prestados a Cranach las planchas para ilustrar su propia Biblia. En el Nuevo Testamento de 1530 Lutero introdujo una nota explicando que las ranas que salen de la boca del dragón7 eran sus contrarios Faber, Eck y Emser. En la edición completa de toda la Biblia, de 1534, después de la muerte de Federico el Sabio, los grabados fueron rehechos y las tiaras papales restauradas.
Problemas doctrinales en la traducción
El problema más difícil en la traducción no consistía en hacer vividas las escenas sino en captar la intención y las ideas. «Traducir no es un arte que cualquiera pueda practicar. Exige un corazón recto, piadoso, fiel, diligente, temeroso de Dios, experimentado y práctico.» Lutero no pensó en agregar que exigía una cabeza instruida, pero tenía sus ideas acerca de la Biblia que en cierta medida afectaban por igual lo que hacía y lo que dejaba sin hacer. No intentó ninguna armonización, de discrepancias menores, pues los errores triviales no le preocupaban. Si bien en alguna ocasión hablaba de que cada tilde de las Sagradas Escrituras era sagrado, otras veces mostraba una jocosa indiferencia por las imperfecciones menores, tales como una cita equivocada del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento. La Biblia no era para él estrictamente idéntica a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la obra de redención de Cristo que se hizo concreta en las Sagradas Escrituras así como Dios se encarnó en Cristo; y así como Cristo en la encarnación no se despojó de las características humanas, así las Escrituras como medio de transmisión de la Palabra no estaban libres de las limitaciones humanas. Por lo tanto, Lutero no se sintió tentado en lo más mínimo a acomodar una cita de los profetas en el Evangelio, al texto del Antiguo Testamento. Tampoco se preocupaba por armonizar las predicciones de la negación de Pedro con los relatos de la negación misma.
Pero cuando estaban involucrados asuntos de doctrina, el caso era diferente. Lutero leía el Nuevo Testamento a la luz del mensaje de Pablo- de que el justo vivirá por la fe y no por las obras de la ley. No se le escapaba que esta doctrina no está enunciada con igual énfasis en todo el Nuevo Testamento y parece ser negada en el libro de Santiago, y en su prefacio al Nuevo Testamento de 1522 la de Santiago es estigmatizada como «una epístola de paja». Una vez Lutero observó que daría su birrete de doctor a aquel que pudiera reconciliar a Santiago y Pablo. Sin embargo, no se aventuraba a rechazar a Santiago del canon de las Escrituras, y en una oportunidad ganó su propio birrete realizando una reconciliación. «La fe -escribió- es una cosa viviente, inquieta. No puede ser inoperante. No somos salvados por las obras, pero si no hay obras entonces hay alguna falla en la fe.» Esto era simplemente poner una construcción paulina sobre Santiago. La conclusión era una jerarquía de valores dentro del Nuevo Testamento. Lutero colocaba primero el Evangelio de Juan, luego las Epístolas de Pablo y la primera de Pedro; después de ellas los otros tres Evangelios, y en un lugar subordinado, Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Desconfiaba del Apocalipsis o Revelación debido a su oscuridad. «Una revelación -decía- debiera revelar.»
Estas presuposiciones sólo afectaron ligeramente la traducción. Sin embargo, ocasionalmente se puede ver un giro hiper-paulino, como el famoso ejemplo en que Lutero tradujo «justificación por la fe» por «justificación por la sola fe». Cuando se le pidió que explicara esta libertad, replicó que él no traducía las palabras, sino las ideas, y que la palabra agregada era necesaria en alemán a fin de reproducir la fuerza del original. En todas las revisiones que hizo en su vida nunca abandonó esa palabra «sola». En otro caso fue más flexible. En 1522 había traducido las palabras alemanas que significan «por el mérito de las obras». En 1527 lo sustituyó por su versión literal. Esto debe de haberle hecho sufrir. Era un trabajador honesto y las sucesivas revisiones del Nuevo Testamento se caracterizan por una aproximación más estrecha al original. Y sin embargo, había lugares en que las ideas peculiares de Lutero, sin ninguna exactitud, daban un matiz especial a la traducción. En la bendición «La paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento», Lutero traduce: «La paz que trasciende toda razón.» No se puede exactamente discutir esto. Podría haber dicho mejor «que sobrepasa toda comprensión», pero él estaba tan convencido de la incapacidad de la razón humana para escalar las alturas celestiales, que no podía dejar de ver aquí una confirmación de su suprema aversión.
Si el Nuevo Testamento era para Lutero ante todo un libro de Pablo, el Antiguo Testamento era un libro cristiano. Solamente estaba abolida la ley ceremonial de los judíos. La ley moral era todavía válida porque estaba de acuerdo con la ley de la naturaleza. Pero más importante que la ética era la teología. El Antiguo Testamento preanunciaba el drama de la redención. Adán ejemplificaba la depravación del hombre. Noé gustó la ira de Dios, Abraham fue salvado por la fe y David mostró contrición. El Cristo pre-existente está actuando a través del Antiguo Testamento, hablando a través de la boca de los profetas y el salmista. Un notable testimonio de la interpretación cristológica del Antiguo Testamento corriente en los días de Lutero se encuentra en las ilustraciones de su Biblia. Entre los centenares de grabados, la única figura de la Natividad de Jesús está colocada, no en los Evangelios, donde se esperaría encontrarla, sino en la portada de Ezequiel. Leyendo el Antiguo Testamento en esta forma, Lutero no podía escapar a los matices de significado cristianizante. La «misericordia del Señor» se convirtió en «gracia»; el «Libertador de Israel» se convirtió en «el Salvador», y «vida» fue traducida por «vida eterna». Por eso es que Bach pudo tratar el Salmo 16 como un himno de Pascua.
Las libertades de Lutero eran mayores en los Salmos porque allí se encontraba completamente a sus anchas. Ellos eran el registro de las luchas espirituales a través de las cuales él mismo pasaba continuamente. Las palabras favoritas de sus Anfecbtungen no podían ser excluidas. Los «pecados secretos» del Salmo 90 son para Lutero los «pecados no reconocidos». Pensaba en sus infructuosos esfuerzos en el claustro por recordar todas sus faltas para poder confesarlas y que le fueran perdonadas. Donde el hebreo dice (v. 12): «Enséñanos de tal manera a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría», Lutero es áspero y rudo: «Enséñanos a reflexionar sobre la muerte para que podamos ser sabios.»
Lutero estaba de tal modo interiorizado de los salmos, que los mejoró. En el original las transiciones son a veces bruscas y el significado no siempre es claro. Lutero simplificaba y aclaraba. Cuando llegó a un pasaje que expresa sus luchas en las vigilias nocturnas, estaba libre para parafrasear. Tomemos la conclusión del Salmo 73:
Desazonóse a la verdad mi corazón y en mis ríñones sentía punzadas. Mas yo era ignorante, y no entendía: era como una bestia acerca de Ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; trabaste mi mano derecha. Hasme guiado según tu consejo y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen: mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre.
En Lutero esto reza así:
Cuando me dolía el corazón y en mis ríñones sentía punzadas, yo era un necio y no sabía nada; era como una bestia ante ti. Mas siempre estaré contigo; pues tú me tienes de mi mano derecha, tú me guías según tu consejo, y por fin me acogerás con honores. Si sólo te tengo a ti, no deseo nada del cielo ni la tierra. Aunque se me consumieran cuerpo y alma, empero tú, oh Dios, serás siempre el consuelo de mi corazón y mi porción.
La Biblia, tal como quedó en la versión de Lutero, era un gran instrumento educativo, pero evidentemente se necesitaba algo más, para los niños y también para los adultos, que eran casi igualmente ignorantes. A los niños se les debía enseñar en la iglesia, la escuela y el hogar, y con este fin los pastores, los maestros y los padres debían recibir una instrucción previa. De allí la solicitud de Lutero de que las escuelas católicas fueran reemplazadas por escuelas municipales con un sistema de educación obligatoria que comprendiera religión. «Las Escrituras no pueden ser comprendidas sin los idiomas -argumentaba Lutero- y los idiomas sólo pueden ser aprendidos en la escuela. Si los padres no pueden desprenderse de sus hijos todo el día, que los envíen una parte de él. Apostaría que en media Alemania no hay más de cuatro mil alumnos en las escuelas. Me gustaría saber dónde vamos a conseguir pastores y maestros dentro de tres años.»
Los Catecismos
Pero la sola formación de pastores, maestros y padres no bastaba. Éstos a su vez debían ser provistos de un conjunto de literatura religiosa adaptada a los niños. La Edad Media proporcionaba muy pocos modelos, porque los catecismos habían sido hechos para los adultos. Los humanistas habían iniciado algo, como en los Coloquios de Erasmo, y los Hermanos de Bohemia tenían un libro de preguntas para los niños; pero el material era tan escaso que sin exageración se puede atribuir a la Reforma la creación del primer conjunto de literatura religiosa para los jóvenes. Lutero se hallaba tan terriblemente ocupado que intentó delegar esta tarea en otros, y éstos la emprendieron con celo. En siete años, entre su retorno a Wittemberg y la aparición de su propio catecismo, sus colaboradores habían producido materiales que comprenden cinco buenos volúmenes en una reimpresión moderna.
En su mayor parte eran toscos y se reducían aproximadamente a esto: «Tú eres un mal niño. Mereces ser castigado para siempre en el infierno; pero como Dios ha castigado a su Hijo Jesucristo en tu lugar, puedes ser perdonado si honras, amas y obedeces a Dios.» Ese si molestaba a Lutero porque restauraba los merecimientos del hombre como en el sistema penitencial. Aun Melanchton moralizaba demasiado, pues su manual era una compilación de los trozos éticos del Nuevo Testamento con las máximas de los «sabios paganos. Algunos catecismos enfrentaban lo interno contra la palabra externa de las Escrituras, y algunos aun espiritualizaban los sacramentos. En otras palabras, los radicales se apropiaban del método catequístico. Era necesario que Lutero tomara la tarea en sus manos.
Escribió dos catecismos en el año 1529: Catecismo Mayor para los adultos, con una larga sección sobre el matrimonio, poco adecuado para los jóvenes, y el Catecismo Menor, para los niños. Ambos están estructurados alrededor de cinco puntos: los Diez Mandamientos como un espejo del pecado, el Credo de los Apóstoles como proclamación del perdón, el Padrenuestro como una aceptación de la misericordia y los dos sacramentos del bautismo y la comunión como canales de la gracia.
En el Catecismo Mayor la exposición era relativamente completa y el tono a veces polémico. El mandamiento de adorar solamente al Señor daba oportunidad para vituperar el culto católico de los santos, mientras que las secciones sobre los sacramentos exigían una refutación de los radicales. El Catecismo Menor para los niños carece de toda polémica, es una inimitable afirmación de fe. La sección sobre la muerte de Cristo acentúa, no la sustitución de la pena, sino el triunfo sobre todas las fuerzas de las tinieblas.
Creo en Jesucristo… que me ha redimido a mí, hombre perdido y condenado, me ha rescatado y ganado de todos los pecados, de la muerte y del poder del demonio; no con oro o plata, sino con santa preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte, para que yo sea suyo y viva bajo Él en su reino y le sirva en eterna justicia, inocencia y bienaventuranza, así como Él, resucitado de entre los muertos, vive y reina en la eternidad. Esto es ciertamente la verdad.
Lutero decía que no le importaría que todas sus obras perecieran, salvo su respuesta a Erasmo y el Catecismo.
Muchos creen que el catecismo es una enseñanza de muy poco valor, que leen apresuradamente de una vez, y luego echan el libro a un lado. Yo, siendo doctor, lo leo aún como un niño y digo cada mañana y cada vez que tengo tiempo, palabra por palabra, el Padrenuestro, los Diez Mandamientos, el Credo y los Salmos. Y además debo leer y estudiar todos los días, y sin embargo no tengo aún la firmeza que deseo, y he de seguir siendo niño y discípulo del catecismo, mas me gusta seguir siéndolo. Pero esa gente débil y delicada que quiere con una lectura apresurada hacerse doctor de los doctores, cree saberlo todo y no tener necesidad de nada más.
Si uno lo lee diariamente y lo ejerce con pensamientos y discursos, entonces el Espíritu Santo está presente en este leer, discurrir y reflexionar y siempre da mayor y nueva luz y devoción. Además ayuda enormemente contra el diablo, el mundo, la carne y todos los malos pensamientos el dedicarse a la Palabra de Dios, hablar y meditar sobre ella. Esta es la verdadera agua bendita de la cual el diablo huye y se deja exorcizar.
La intención de Lutero era que el catecismo fuera usado en la Iglesia como base para los sermones, pero más especialmente en el hogar. El padre debía examinar a los niños por lo menos una vez por semana, y también a los criados. Si los niños no aprendían, no debían comer; si los criados se rehusaban, debían ser despedidos.
Los catecismos estaban ilustrados con grabados de episodios de la Biblia, adecuados a cada punto, que les añadían vida. «Creo en Dios Padre Todopoderoso» naturalmente exigía una visión de la Creación. «Santificado sea tu nombre» era ilustrado con una escena de predicación. «Acordarte has del día del Señor» mostraba a un grupo de devotos dentro de una iglesia mientras afuera un hombre recogía leña. Lutero, sin embargo, no era un rígido propugnador del día de reposo, y no fue precisamente él quien eligió esas figuras. Excesivamente modesto es el grabado que acompaña al sexto mandamiento, donde David con su arpa es seducido por la visión de Betsabé haciéndose lavar los pies. Para terminar la hora de catecismo Lutero sugería que se cantara un salmo o un himno.
La liturgia
Otra de las grandes contribuciones de Lutero cae dentro del campo del culto público, que revisó primero en interés de la pureza y luego como instrumento de instrucción. Mientras todavía se hallaba en el Wartburgo había llegado a darse cuenta de que eran imperativos algunos cambios en la liturgia y aplaudido los intentos iniciales de Carlstadt. Sin embargo, Lutero mismo era conservador en tales asuntos, y deseaba alterar lo menos posible la amada misa. El punto principal era que debía excluirse toda pretensión de méritos humanos Lutero emprendió en 1523 la tarea de hacer las mínimas revisiones esenciales para la doctrina evangélica. Su Formula Missae fue escrita en latín. El canon de la misa desapareció porque era la parte en que aparecía la referencia al sacrificio. Lutero restauró el énfasis de la primitiva Iglesia sobre la Santa Cena como acto de acción de gracias a Dios y de comunión en Cristo con Dios y con los demás hermanos. Esa primera misa luterana era solamente un acto de culto en el que los verdaderos cristianos se entregaban a la alabanza y la oración y en donde se fortalecía el hombre interior.
Pero pronto Lutero comprendió que muchos en la congregación no podrían participar de un acto de culto que no entendían. La Iglesia abarcaba la comunidad, y la congregación consistía en gentes de la ciudad de Wittemberg y los campesinos de las aldeas de los alrededores. ¿Hasta qué punto comprenderían ésos campesinos esa revisión de la misa latina? Por supuesto notarían el cambio implicado en el hecho de que se les diera el vino además del pan, y se darían cuenta de que algo había sido alterado cuando se suprimían las partes inaudibles. Pero como todavía estaba toda en idioma extranjero difícilmente se darían cuenta de que había desaparecido la idea de sacrificio. Por lo tanto, la misa debía ser dicha en alemán. Otros habían pensado así antes que Lutero, y Müntzer había preparado una misa en alemán que le gustó a Lutero mientras no supo que era de Müntzer. Gradualmente Lutero .llegó a la conclusión de que debía emprender la revisión por sí mismo. En 1526 publicó la misa en alemán.
Todo estaba en alemán salvo el estribillo griego «Kyrie eleison». Los cambios dejaron intacta la estructura esencial; y un visitante suizo de 1536, acostumbrado a servicios más simples, opinaba que los luteranos habían conservado muchos elementos del papismo: genuflexiones, vestiduras, vueltas hacia el altar o hacia la concurrencia, atril y pulpito en lados opuestos. Aun la elevación de los elementos fue conservada hasta 1542. Para Lutero todos estos puntos eran indiferentes. No quería sustituir el viejo formalismo por uno nuevo y permitía amplia libertad y variación en los asuntos litúrgicos. Lo principal era que en alemán y en latín el canon de la misa había desaparecido. En su lugar quedaba una simple exhortación a recibir la comunión. Pero todo el tono del servicio fue alterado en dos sentidos: había más elementos de las Escrituras y más elementos instructivos. Eliminado el canon, el Evangelio y la Epístola asumían una posición más prominente; las palabras de la institución eran dichas en alemán; el sermón ocupaba más lugar y no era raro que los anuncios fueran tan largos como el sermón. De este modo la Iglesia se convirtió no sólo en casa de oración y alabanza, sino también en sala de clase.
La música
Los caminos más radicales en la liturgia tenían relación con la música y afectaron tres puntos: los cantos entonados por el sacerdote, los corales interpretados por el coro y los himnos cantados por la congregación. Lutero mismo se dedicó a revisar los tres aspectos. Era competente, si no para ejecutar, por lo menos para dirigir e inspirar, puesto que tocaba el laúd y cantaba, si bien no se consideraba muy hábil en la composición. Los especialistas modernos no están de acuerdo sobre cuántos de los montajes musicales de sus himnos pueden ser suyos.
Comúnmente se le atribuyen diez. Sabía ciertamente componer melodías sencillas, armonizar y arreglar. Pero por sobre todo era capaz de inspirar, porque su entusiasmo por la música era muy grande. Decía:
La música es un hermoso don de Dios. A menudo ella me ha despertado y conmovido tanto que me dio ganas de predicar. San Agustín sentía remordimientos de conciencia cada vez que se sorprendía deleitándose en la música; le parecía pecaminoso. Era un espíritu selecto y si viviera ahora estaría de acuerdo con nosotros. Mas estoy en desacuerdo con los fanáticos que desprecian la música; la música es un don de Dios. También ahuyenta al Demonio y hace alegre a la gente. Con ella olvidan toda ira, lascivia, arrogancia y cosas semejantes. Después de la teología doy a la música el lugar más alto y el supremo honor. No cambiaría lo poco que sé de música por algo más grande. La experiencia prueba que después de la Palabra de Dios sólo la música merece ser glorificada como señora y dominadora de las emociones del corazón humano. Sabemos que es aborrecida de los demonios y les es insoportable. Mi corazón bulle y se desborda al escuchar la música, que tan a menudo me ha refrescado y liberado de graves temores.
Quizás el hecho de que Durero era viejo y Lutero joven cuando cada uno de ellos abrazó la Reforma, pueda explicar en cierta medida por qué en el luteranismo alemán el arte pictórico cedió su lugar de preeminencia a favor de la expresión musical de la fe. La primera parte de la liturgia que debía ser reformada era la parte entonada por el sacerdote, incluyendo la Epístola y el Evangelio. Como Lutero estaba tan deseoso de que cada palabra de las Sagradas Escrituras fuera claramente escuchada y comprendida, es de preguntarse por qué no suprimió del todo la música, sustituyéndola por la lectura en voz alta. La respuesta está en la estructura arquitectónica, que llevaba más hacia la palabra cantada que hacia la hablada. Pero Lutero empleó todos los artificios para hacer resaltar el significado. Sólo una nota debía ser usada para cada sílaba y el acompañamiento de órgano no debía oscurecer las palabras. En todo el servicio el órgano era usado sólo antifonalmente. Los textos del Evangelio no debían ser con sostenidos, y las siete palabras de Cristo en la cruz no tenían que ser mezcladas con los cuatro Evangelios. La tradición luterana explica por qué Bach escribió una Pasión según San Mateo. El significado debía ser acentuado aun más por el colorido dramático. Los cantos gregorianos para la Epístola y el Evangelio eran monotónicos, salvo al final, cuando la voz bajaba. Lutero introdujo diferentes registros para la narración del Evangelista, las palabras de Cristo y las palabras de los apóstoles. Colocó el registro medio en tono alto porque su propia voz era de tenor, pero explicaba que él sólo ofrecía sugestiones y que cada celebrante debía descubrir y adaptar el tono musical que quedara bien con su propio alcance litúrgico. También los modos debían ser variados: para el Evangelio debía usarse el sexto, porque Cristo era alegre, y para la Epístola el octavo, porque Pablo era más sombrío. Esta terminología exige unas palabras de explicación. En la actualidad tenemos una serie de claves y solamente dos modos, el mayor y el menor. Los intervalos en todas las claves son los de Do, conservados por el uso de bemoles y sostenidos en la transposición. En el siglo XVI estaban en uso ocho modos con diferentes intervalos que se formaban partiendo en cada nota de la octava y ascendiendo sin bemoles ni sostenidos. La atención que Lutero dedicó a todos estos aspectos de los tonos musicales para los textos en prosa de las Escrituras en idioma vernáculo preparó el camino para los oratorios.
Su colaborador Walther se refiere a la ayuda que en esta materia recibió Lutero. Dice:
Cuando hace cuarenta años Lutero quería preparar su misa alemana, pidió al Elector de Sajonia y al duque Juan que Conrado Rupff y yo fuéramos llamados a Wittemberg, para discutir sobre música y la naturaleza de los ocho modos de los salmos gregorianos. Él preparó la música para las Epístolas y los Evangelios, así como para las palabras de institución del verdadero cuerpo y sangre de Cristo; me las cantó y me pidió que expresara mi opinión sobre sus esfuerzos. En esa oportunidad me retuvo tres semanas en Wittemberg; discutimos cómo podría darse el tono apropiado a las Epístolas y al Evangelio. Pasé muchas horas agradables cantando con él y a menudo noté que no parecía cansarse nunca de cantar ni quería terminar; y después, siempre era capaz de discutir sobre música del modo más elocuente.
El segundo elemento que debía ser revisado era el coral para el coro. Allí había un rico fondo disponible en la música religiosa polifónica de los Países Bajos, que Lutero admiraba por sobre todas las otras. Como base se tomaba la melodía del canto gregoriano y alrededor de ella giraban tres, cuatro o más voces en contrapunto con complicados adornos. Lutero mismo, en el prefacio a la obra musical de 1538, reunió en un pasaje todas sus alabanzas a la música con la más adecuada descripción que se haya escrito del coral polifónico de los Países Bajos:
A todos los amantes del arte liberal de la música, les deseo, yo, el doctor Martín Lutero, la gracia y la paz de Dios Padre y Nuestro Señor Jesucristo. Con todo mi corazón quisiera ensalzar y alabar este precioso don de Dios que es el noble arte de la música, mas no sé dónde empezar o terminar. No hay nada en la tierra que no tenga su tono. Aun el aire invisible canta cuando se lo castiga con una vara. Entre las bestias y los pájaros el canto es aun más maravilloso. E1 rey David, él mismo músico excelso, da testimonio con gran asombro y gozo del canto de los pájaros. ¿Qué diré entonces de la voz del hombre, a la cual ninguna otra cosa puede compararse? Los filósofos y hombres doctos han luchado en vano por explicar cómo la voz humana puede expresar los pensamientos del corazón en el habla y el canto, en la risa y la lamentación. Pero de la música hay que decir que después del Sagrado Verbo nada hay que deba ser alabado como ella, porque se adueña y domina toda la emoción del corazón. Nada en la tierra es más poderoso para hacer alegre al triste, triste al alegre, valiente a los acobardados, humildes a los arrogantes; para atemperar a los coléricos y disminuir el odio. El Espíritu Santo mismo paga tributo a la música cuando dice que el mal espíritu se alejaba de Saúl cuando David tocaba el arpa. Por eso los Padres han compuesto en música la Palabra de Dios, y tenemos tantos hermosos cánticos y salmos. Por eso le fue dada la voz al ser humano, para que pueda alabar a Dios al mismo tiempo con cánticos y palabras. Pero cuando la música natural es aguzada y refinada por el arte, entonces se empieza a ver con asombro la grande y perfecta sabiduría de Dios en su maravillosa obra de la música. Es magnífico ante todo cuando alguien canta una melodía simple, mientras tres, cuatro o cinco otras voces, en torno a ella, juegan, se regocijan y se adornan de maneras y sonidos diversos y parecen representar al lado de ella como una danza de cuadrillas en el cielo, de suerte que aun a aquellos que menos se conmueven les parece que nada más maravilloso existe en el mundo. Quien no se conmueve ante obra tan maravillosamente hermosa, debe ser, en verdad, un bruto.
Según Lutero, no es el menor mérito de la música el no ser contenciosa. Nunca polemizó en cuanto al canto. Los grandes corales polifónicos de los Países Bajos eran católicos, pero por esta razón no dejó Lutero de amarlos e inspirarse en ellos. Cuando los duques de Baviera se convirtieron en sus enemigos tan violentos que el sólo recibir una carta de Lutero en sus territorios podía poner a alguien en peligro, se aventuró, sin embargo, a escribir a un compositor bávaro, Senfl: «Mi amor por la música me lleva también a esperar que mi carta no os ponga en peligro en ninguna forma, pues, ¿quién, aun en Turquía, reprocharía a alguien que ama el arte y ensalza al artista? De todos modos, ensalzo a vuestros duques bávaros aun cuando ellos no me aprecien, y los honro por encima de todos los demás porque cultivan y honran la música.»
Erasmo trató de preservar las unidades europeas en lo político. Lutero las conservó en la música.
El coral polifónico exigía un coro. Lutero realizó constantes esfuerzos por tener coros ejercitados. Jorge Rhaw, el cantor del duque Jorge y director del canto a doce voces en el debate de Leipzig, fue llevado a Wittemberg para servir de cantor en el coro de la corte y el de la iglesia. Los coros sostenidos por los príncipes alemanes son dignos de mención porque proporcionaban al instante conjuntos cantores diestros. Lutero se sintió grandemente apenado cuando Juan Federico, por economía, dejó de sostener el coro que tan largo tiempo sostuviera la liberalidad de Federico el Sabio. A modo de compensación se formaron sociedades corales en las ciudades, y sobre todo se ejercitó a los niños cuidadosamente en las escuelas.
La última reforma y la más grande de todas se efectuó en el canto de la congregación. En la Edad Media la liturgia estaba casi completamente reservada al celebrante y al coro. La congregación se unía en unas pocas respuestas en la lengua vernácula. Lutero desarrolló en tal forma este elemento, que bien puede ser considerado el padre del canto congregacional. Fue en este punto donde su doctrina del sacerdocio de todos los creyentes tuvo su realización más concreta. En este punto y solamente en éste el luteranismo era realmente democrático. Todo el pueblo cantaba. Partes de la liturgia fueron convertidas en himnos: el Credo y el Sanctusu La congregación no cantaba «Creo», sino «Creemos en un solo Dios». La congregación cantaba cómo el profeta Isaías vio al Señor alto y elevado y escuchó el canto de los serafines: «¡Santo, Santo, Santo!»
Además, en 1524, Lutero publicó un himnario con veintitrés himnos de cuya letra era autor y quizás en parte el compositor de su música. Doce eran paráfrasis de himnos latinos. Seis eran versificaciones dé los Salmos. Sus propias experiencias de angustias y liberación le permitían investir a los Salmos de un sentimiento muy personal en esas versiones libres. El «De profundis» se convirtió en «En la más espantosa necesidad». El gran himno de batalla de la Reforma, «Castillo fuerte», apareció en un himnario posterior. Aquí más que en ninguna otra parte tenemos al mismo tiempo los versos y la música de Lutero, y aquí más que en ninguna otra parte tenemos un epítome del carácter religioso de Lutero. El himno está basado en la versión de la Vulgata del Salmo 46, pues Lutero en sus devociones personales continuaba usando el latín en el que había sido educado. Mientras que en este salmo el hebreo dice «Dios es nuestro refugio», el latín tiene «Nuestro Dios es un refugio». En forma similar, Lutero empieza «Castillo fuerte es nuestro Dios». Aunque el Salmo 46 es básico, está manejado con excesiva libertad y entretejido con muchas reminiscencias de las Epístolas de Pablo y el Apocalipsis. Palabras toscas, como talladas a martillo, engastadas en tonos majestuosos, disciplinan las huestes celestiales en orden de batalla. Hacia el final el himno se extiende en un esfuerzo bajo los sobretonos del conflicto cósmico, mientras el Dios Señor de Sabaoth mata al príncipe de las tinieblas, despiadado, y reivindica a los santos martirizados.
El pueblo de Lutero aprendió a cantar. Se fijaron ensayos durante la semana para toda la congregación, y se recomendaba a la familia que cantara en el hogar después de la hora del catecismo. Un jesuita atestiguaba que «los himnos de Lutero mataban más almas que sus sermones». Este extracto de una crónica de la ciudad de Magdeburgo muestra cómo eran llevados los cánticos al pueblo:
El día de San Juan, entre Pascua y Pentecostés, entró por las puertas de la ciudad hasta el monumento del emperador Otón un viejo, un tejedor, y allí ofrecía himnos en venta mientras los cantaba para el pueblo. El burgomaestre, que venía de misa temprano, al ver la multitud preguntó a uno de sus criados qué pasaba. «Hay un viejo bribón – contestó- que canta y vende los himnos del hereje Lutero.» El burgomaestre lo hizo arrestar y lo arrojó a la prisión, pero doscientos ciudadanos intercedieron y fue dejado en libertad.
Entre los himnos que el anciano cantaba por las calles de Magdeburgo estaba el Aus tiefer Not de Lutero.
A ti, Señor, en mi temor,
Clamando estoy con duelo;
En tu clemencia y en tu amor
No niegues el consuelo.
Te lo suplica el pecador,
Puesto en angustia, y en horror;
¡Oh, ten misericordia!
Ante tu gracia y tu favor
Que a perdonar aspira,
Inútil es y sin valor
Aun la más pura vida.
Nadie ante ti se hará valer,
Y todos te habrán de temer,
Confiando en tu gracia.
Por ello en Dios pondré mi fe,
No en mis merecimientos.
En El reposará mi ser
Y en su bondad espero.
Con su palabra me dio
El Consuelo y amparo fiel,
De él nunca desespero.